Un incidente en las salas
Conchi Montero Velasco, Auxiliar de Servicios Generales, 1970-2014
Una vez pasé mucho miedo, la verdad. Me asusté porque entró un grupo de japoneses, y con ellos entró una persona que llevaba en el bolso una piedra o un ladrillo. Yo estaba vigilando los cuadros, porque era a primera hora. Cuando entramos a trabajar cada día, lo que hacemos es mirar los cuadros para ver si están en perfecto estado, porque a partir de que entras a la sala, la responsabilidad de lo que pase a los cuadros es tuya. Por lo tanto cuentas los cuadros, los miras, y escribes en el parte. Si está todo bien, lo firmas. Lo estaba rellenando y oí un golpe. Pensé que era del grupo japonés, que debía ser una cámara suya —pues es muy típico que lleven— que se había caído. Pero no, cuando miro había un cuadro descolgado. Bueno, pues no lo pensé dos veces, me metí entre los cordones, lo cogí del brazo y le pregunté qué estaba haciendo. Me miró con una cara, unos ojos desencajados, y me dijo: “Mira, es el martirio de mi vida”. No lo recuerdo bien, creo que era el Martirio de San Bartolomé . Quizá no era ese cuadro exactamente. Pero bueno, era un cuadro que representaba un martirio, y decía que era su reflejo, que su vida estaba reflejada en ese cuadro. Mis compañeros decían: “Pero déjale”; y yo decía: “No le dejo, porque si le dejo seguirá rompiendo más cuadros”. Pero claro, en ese momento no lo piensas, porque podría haber llevado otra piedra, o con la misma piedra podría haberme golpeado, o podría haber llevado algo en el bolso. En ese momento lo que haces es salvar la situación, y ya está.
Vinieron, cogieron al señor, se llamó también a la dirección y vino doña Manuela Mena. Me dijo: “Tranquila, Conchi –porque me vio totalmente desencajada-, tú tranquila, no pasa nada, es muy poquita cosa lo que ha hecho, esto se restaura y no pasa nada”. A los dos o tres días, me llamó la dirección, el director del Prado me llamaba, y me dijo que había sido muy valiente, que todos no lo hubiesen hecho. Y le dije que yo pienso que sí, en esta circunstancia creo que cualquiera hubiera hecho lo mismo. Y dice: “Bueno, a lo mejor no tantos”. Yo pienso que sí, porque “¿Quién no lo va a hacer?”, le dije. Y me dijo: “Es que también usted se podría haber jugado mucho”. Pero yo no lo pensé y la verdad que me felicitó y me dijo que había sido muy valiente. Y ya está.