No cabían las obras de gran tamaño
Inmaculada Echeverría Elvira, Jefa de sección de Documentación técnica y laboratorio, 1985-2024
Me llamo Inmaculada Echeverría y entré en el Museo a finales de 1980. Carmen Garrido y yo nos conocíamos porque era amiga y compañera del colegio de mi hermana. Estudiaban en la Asunción, en Madrid. Carmen me dijo: “Mira, Inma, estoy en el Prado y nos han dado una beca para estudiar El Greco, ¿te apetecería venir?”; y le dije que sí.
El Museo al que llegué era un Museo en cierto modo pequeñito, familiar. El primer sitio al que llegamos era un sitio muy pequeño, cerca del servicio médico. Y la altura del sitio donde estábamos era francamente insuficiente. Yo soy bajita y aquello no excedía mucho más. Recuerdo que estábamos trabajando en una tabla, creo que era un Fernando Gallego, te estoy hablando de finales de 1980, y la tabla cabía justa. Teníamos el equipo de rayos X, el primer equipo que todavía hoy conservamos en la zona del edificio de Los Jerónimos, y un pequeño analizador de pigmentos que habíamos adquirido con una beca.
Era un recinto muy pequeño. Al fondo había unos pequeños almacenes, y recuerdo una zona en arco, con lo cual tampoco podíamos llevar obras de gran tamaño porque no cabían. Era el hueco que quedaba libre y nosotros nos metimos casi a escondidas con nuestras técnicas. En realidad no molestábamos, hacíamos nuestro trabajo y nos dejaban hacer. Ese fue nuestro primer sitio.