El Museo de Bellas Artes de Asturias presentaba esta mañana en rueda de prensa las cuatro nuevas obras depositadas por el Museo Nacional del Prado en la institución regional. Unos depósitos que, aprobados y anunciados en mayo del pasado año, ya cuelgan de sus paredes. Con ellos se cierra un proceso de acrecentamiento que comenzó en el año 2022 y con el que se han conseguido paliar algunas ausencias presentes en la colección regional, así como fortalecer la presencia de otros creadores de gran peso en el discurso asturiano. Una actuación que forma parte de las acciones llevadas a cabo por la gran pinacoteca nacional dentro de su programa Prado extendido y con el que se ha consolidado la magnífica relación existente entre ambas instituciones.
En este ya conocido contexto de depósito, el Museo de Bellas Artes de Asturias ha recibido esta semana cuatro extraordinarias pinturas, realizadas todas ellas por artistas españoles nacidos en el siglo XIX. De ellas destacan, sobre todo, dos nombres hasta ahora inéditos en la colección regional: Eugenio Lucas Velázquez y Eduardo Rosales. Dos incorporaciones con las que se completa y mejora el fondo de pintura decimonónica de la institución asturiana y que, por consiguiente, enriquecen la panorámica histórico-artística presentada por el centro regional en el discurso de su colección permanente.
La obra de Rosales representa un depósito de gran relevancia dentro de la importancia del conjunto ya que el Museo del Prado, que exhibe varias de sus obras en sus salas, la otorgó un especial reconocimiento al incluirla en la exposición “Eduardo Rosales (1836-1873) en el Museo del Prado”, clausurada en octubre de 2024.
Antonio María Esquivel (Sevilla, 1806 – Madrid, 1857), Eugenio Lucas Velázquez (Madrid, 1817 – 1870) Dionisio Fierros (Ballota, Asturias, 1827 – Madrid, 1894) y Eduardo Rosales (Madrid, 1836-1873) son los autores de las obras, respectivamente tituladas, Retrato de niña con rosas (1834), Majas en el balcón (1862), La fuente, cuadro de costumbres de las cercanías de Santiago de Galicia (h. 1864) y La celda prioral del Monasterio de El Escorial (h. 1864) que, desde esta mañana, ya pueden ser disfrutadas por el público que visite el Museo de Bellas Artes de Asturias.
El Museo de Bellas Artes ha hecho una importante inversión en la restauración de los lienzos de Esquivel, Lucas Velázquez y Fierros que se depositan, lo que ha permitido su recuperación y puesta en valor para que se exhiban en buen estado de conservación.
Antonio María Esquivel y Dionisio Fierros, son dos creadores conocidos entre los expuestos en la colección permanente del museo asturiano. Sin embargo, la elección y llegada de los nuevos depósitos cedidos por el Museo del Prado permitirán no sólo aumentar el número de obras por ellos realizadas, sino que, además, posibilitarán establecer conexiones, entablar diálogos y, en definitiva, profundizar en el estilo y prestigio de sus creadores. Así, de Antonio María Esquivel, de quien la pinacoteca asturiana muestra Niña tocando el tambor (1837, Colección de Pérez Simón), llega ahora un nuevo y sobresaliente retrato, fechado tres años antes, con el que el visitante podrá seguir las líneas maestras que este artista trazó dentro de un género en el que los niños fueron modelos frecuentes y que el artista sevillano supo captar de una forma excepcional. Así, en la obra que desde hoy se expone en la sala 6 del Palacio de Velarde, se representa una niña, vestida de azul, que porta en la cabeza dos lazos rojos que hacen juego con los que embellecen las mangas de su vestido. En la mano derecha sujeta un ramillete de flores rosas, blancas y amarillas, mientras que con la izquierda se apoya en una pilastra. De esta pintura destaca el cuidado con el que Esquivel trabaja los tejidos, así como el rostro de la pequeña y, por supuesto, el entorno paisajístico, de gran delicadeza, en el que ubica a la niña.
En el caso del asturiano Dionisio Fierros, la nueva obra cedida en depósito por el museo madrileño completa de forma extraordinaria otra depositada por el Prado en el año 2002 y titulada La salida de misa, en una aldea en las cercanías de Santiago de Galicia (1862), lienzo destacado dentro del catálogo del artista al haber sido galardonada con una medalla de segunda clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862. Ambas tienen en común el tratarse de pinturas costumbristas, románticas, en las que el pueblo gallego es plasmado de forma idílica. Si en la primera obra citada Fierros recurría a los tonos oscuros, en la pintura que ahora se podrá contemplar en el Museo de Bellas Artes de Asturias se advierte una atmósfera más cálida y despejada que evidencia el avance de Fierros en este género. Constatamos, sin embargo, cómo el artista nacido en Ballota mantiene modelos, gestos y recursos similares en ambas obras, lo que deja de manifiesto la profundización en un género en el que Fierros supo captar la esencia del norte de España de forma genuina, siendo uno de los primeros creadores en poner el foco de atención en regiones como Galicia y Asturias.
Eugenio Lucas Velázquez y Eduardo Rosales son los dos nombres que, como ya se ha señalado más arriba, permanecían hasta ahora inéditos en la colección de esta pinacoteca regional. En el primer caso, la presencia de Eugenio Lucas Velázquez llega con una obra titulada Majas en el balcón. En ella se representa a una joven tocando una guitarra, vestida con un llamativo vestido de seda y tocada con una mantilla. Flanqueando a este personaje, hallamos otra mujer que mira directamente al espectador y que porta en su mano izquierda un libro abierto, apoyando su brazo derecho en la balaustrada del primer término. En la parte derecha de la composición, se sitúa un grupo de dos mujeres, un tanto relegadas, que con sus miradas generan un juego direccional entre los personajes del cuadro y el espectador. En lo que al autor se refiere, sus maneras pictóricas son muy diversas y la tipología de sus obras varía bastante a lo largo de su trayectoria. Destacó, sin embargo, por poseer una gran imaginación, al tiempo que supo tomar ideas prestadas de los grandes maestros del pasado, a los que dedicó una gran atención. En su producción refleja conceptos románticos, ambientes dieciochescos y de comienzos del siglo XIX, como es el caso que nos ocupada, así como escenas populares y fantasmagorías, aunque también fue un destacado retratista y pintó algunos bodegones de interés. En todas sus creaciones se plasma, en este sentido, un eclecticismo que nos habla de las búsquedas e intereses de este creador que llega por primera vez al Museo de Bellas Artes de Asturias.
Junto a él, Eduardo Rosales, es el segundo creador que se incorpora como nuevo en la colección regional siendo, sin duda, uno de los artistas más anhelados y esperados. Así, gracias al depósito de La celda prioral del Monasterio de El Escorial, el Museo de Bellas Artes de Asturias cubre una laguna importante dentro de la colección de arte español del siglo XIX y presenta la obra de uno de los creadores más importantes de su tiempo.
En torno a Rosales, y más concretamente, a propósito de la obra que desde hoy luce en el museo asturiano, cabe decir que fue un pintor muy cuidadoso a la hora de preparar sus lienzos, con largos procesos de trabajo sobre el papel. A menudo captaba fondos históricos reales que empleaba luego en sus composiciones y que, en ejemplos como el cedido en depósito por el Museo del Prado, acababan convirtiéndose en obras finales. Así, en la pintura que desde hoy se puede contemplar en la sala 6 de la pinacoteca regional, Rosales representa el detalle de una celda prioral perteneciente, en este caso, al Monasterio de El Escorial. Un interior arquitectónico, sin presencia humana, en el que el artista dispone diferentes elementos que marcan la horizontalidad de la composición dejando en el lateral derecho una puerta abierta con la que abre el espacio no representado, expandiendo y aligerando la composición de una forma ciertamente exquisita.
La llegada y presentación de estas cuatro pinturas refuerza aún más el vínculo colaborador entre la gran pinacoteca nacional y el Museo de Bellas Artes de Asturias cuya estrecha y fructífera relación, iniciada a finales del siglo XIX, queda reflejada en las cincuenta y nueve obras depositadas -53 pinturas y 6 esculturas -.